Anti Juan Salvador Gaviota

Atardecer en Monpás
Al atardecer todas las gaviotas vuelven a Monpás. Todas, menos una.

Juan Salvador sentía que la vida era más que vivir con la bandada en el acantilado y luchar por la comida. Sentía que volar servía para más que para solo planear en busca de peces o carroña de los barcos. Sentía que una gaviota estaba destinada a algo más que comer, procrear, no cuestionarse y ser uno más en la bandada.
Miguel Rizador Gaviota, se vió cautivado por las ideas de su amigo. Le gustaría ser como él y empezó a decirse esas mismas cosas sobre el propósito de la vida, pero no lo sentía. Pensaba que estaría muy bien sentirlo y para ayudarse a creérselo, empezó a mirarse a sí mismo con misticismo y a calificarse con grandes conceptos. Esos que son intangibles y sobre todo no mesurables por el resto de las gaviotas. Miguel Rizador Gaviota se decía poseer más dimensiones, se describía con una sensibilidad rozando lo divino y juzgaba a sus iguales como gaviotas huecas, temerosas de su realidad y de soñar. Su se dividía entre lo que era y lo que quería ser.
Lo que no parecía percibir Miguel Rizador era que mientras Juan Salvador luchaba por mejorar y aprender sin pretender dar lecciones a nadie, él era uno más en la bandada preocupado por el qué dirán y sintiendo en el fondo que lo que quería era una vida simple que su personaje y anhelo negaban, proponiéndose como una gaviota superior a las demás. Se convertía en lo que en realidad era: la vida de una gaviota que se relaciona con sus iguales, que sacia sus necesidades básicas y es aceptado por los demás.
Su personaje de divo le alejaba de su esencia sin él reconocerlo.
Juan Salvador alcanzó el cielo de las gaviotas mientras que Miguel Rizador siguió en el acantilado, donde murió como una carroñera creyendo que era la esencia intangible de la Gaviota pura.