Sentado en lo que queda de aquel Muro un día cualquiera del pasado verano. Aquel muro de adolescencia y juventud. De compartir lazos con amigos que siempre lo serán por el mero hecho de haber estado allí en otros días donde el Sol se ponía del mismo modo.
Entonces nuestros ojos miraban de otro modo. Miraban con la soberbia de no saber lo que se tiene por delante, pero sintiendo la fuerza emergente de la exultante juventud. Las jornadas se llenaban de balones, baños, golosinas, granos y deseos. En aquellos años el cansancio era aburrimiento, nada que ver con el dolor del cuerpo o el peso del alma. Éramos entes sin cicatrices.
Ahora. Ahora somos lo que desde mucho antes de entonces empezamos a construir. Recuerdo aquellos días con nostalgia y con alegría por todo lo vivido y aprendido. Ahora soy yo ahora y estas puestas de Sol me dicen: «Hoy, ahora vives una gran oportunidad de disfrutar tu vida»
Brindo por aquello y por esto. ¡Salud!
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