Su vida era la de una persona media, en una familia media y una ciudad media. En algún aspecto podía salirse de esa mediocridad, pero en su media, era claramente un tipo normal.
Fred dejó de ser normal |
Al nacer cayó en una familia normal. Era la que le había tocado y a veces se sorprendía de las excentricidades de las otras familias del vecindario. Había algunas familias con dos padres. Otras con sólo un hijo. También las había que profesaban religiones exóticas y distintas a lo común. ¡Había hasta familias de personas sin hijos y algunos tenían sus casas en propiedad! Unos excéntricos, vaya, minoría en el barrio.
Su escuela era normal. Una normal escuela de barrio con 2 ó 6 alumnos por curso que, con normalidad cerró y mandó a los 8 niños a otra escuela normal de otro barrio donde había más niños. Estudiaba poco y jugaba mucho. Lo normal.
Su ciudad era normal. Tenía mar, calles limpias, gente pulcra y normalmente estirada. En la ciudad todo era normal. Desde los altos precios de los servicios públicos, así como los privados. Los ciudadanos, en un alarde de normalidad, los pagaban así, con normalidad. Eso era lo normal.
Así pues creció nuestro amigo. Se empapó de lo normal y común que es la vida. Y la vida le hizo viajar y al viajar empezó a ver que lo que él creía normal, para otros era especial, espectacular, sublime, insoportable, soso, amargo… Nunca normal. Fue cuando pensó: «¿Será que lo que yo pensaba que era normal no lo es?»
Fred era una rana macho que fue introducido en una probeta. El experimento consistía en calentar el agua poco a poco hasta llevarla a ebullición. ¿Qué haría Fred? Fred murió cocido. Todo iba siendo normal para él y cuando se dio cuenta de que algo no lo era, ya fue demasiado tarde. Murió cuando certificó que lo normal no era lo mejor para él.
Descansa en paz Fred.