«Algún día lo haré»
Ese era el deseo que por distintos motivos se aplazaba hasta que un día, amargamente, renuncié. Mis rodillas dolían demasiado.
La vida cambió. Siempre lo hace. Y en el verano decidí que tenía que intentarlo, así que me puse, tarde y mal, manos a la obra. Sin dorsal, comencé a sondear amistades y apareció Iker (después aparecieron más que me han hecho sentirme querido por mucha gente). Él me cedió su dorsal y su nombre recorrió los 20 Km que separan Irún de Donostia. Empecé a correr. Poco a poco. Con más miedo que otra cosa. Prepararme, correr y al día siguiente evaluar si mi cuerpo resistía. Resistió, porque unas ampollas, unas contracturas, unas rozaduras y unas uñas negras no impidieron que el 13 de Noviembre, a las 11:37, saliese de Behobia y llegase a Donostia 1 hora 58 minutos y 41 segundos después.
Corrí y sufrí. Como Weiss definió, disfruté de la pulsión «Destrudo«, que proviene del concepto freudiano «Tánatos«. Corrí, disfruté de dar una zancada más, de sentirme parte de una multitud de vividores locos.
A 200 metros de la meta obtuve mi recompensa en forma de beso.
Mereció la pena.
Volveré