El recuerdo que nos queda de nuestros padres e incluso el que ellos nos transmiten de los suyos, es el de la figura algo distante y autoritaria a quien tratábamos de usted y dejaba escapar las manos si cometíamos alguna falta. Al menos ese es el estereotipo que ha quedado en la conciencia colectiva.
Ahora se ve al padre como un adulto con cierto complejo de Peter Pan que parece deba justificarse ante sus hijos, explicar todas las consecuencias de cualquier acto y razones de cualquier circunstancia. Al menos ese es el estereotipo que tenemos.
A menudo escuchamos que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor y en lo referente a la educación de nuestros hijos, está bastante extendida esa opinión. Es complicado acertar e imposible hacerlo todo bien todo el tiempo. Esta circunstancia genera no pocas angustias en los padres y tal vez sea por no ser éste el enfoque correcto. Tal vez no se debería centrar tanto en no equivocarse sino en hacer las cosas desde el amor. Todos nos equivocamos y en los errores también hay grandes enseñanzas. Hagámoslas nuestras y de nuestros hijos.