Un cibercafé

un cafe
En una cafetería cualquiera

Uno no deja de sorprenderse de las conversaciones que se escuchan en las cafeterías de una mañana cualquiera. Esta vez un grupo de señoras que, tras dejar a los niños en el colegio y recibir la clase de pilates, se juntan en una mesa a compartir su cotidianidad. Hoy tocaba Internet.
Después de que el camarero dejase los cafés en la mesa, la señora del chandal rosa y pendientes de oro inició la conversación. Narró a sus conocidas como entró en la web del Hiper e hizo la compra. Tenía reparos de que no le dieran gato por liebre, pero su hijo mayor, que está terminando Empresariales con muy buenas notas, le tranquilizó y además le ayudó cuando la cosa se puso complicada con el asunto del pago. Su peripecia terminó con la compra en su cocina traída por un guapo y muy sudoroso repartidor. Todas alabaron la valentía de su amiga. Una no es líder de la cafetería porque sí.

Otra cogió el testigo. Era la más joven del grupo y vio la oportunidad de poner una pica en Flandes relatando que todas las noches se conecta al messenger y habla por videoconferencia con su hijo que está de Erasmus en Suecia.
Se hizo un breve silencio, tal vez por la sensación de duelo al sol entre las dos supuestas amigas que pugnaban por ser la más interesante del grupo. El silencio lo rompió al fin la más veterana, que sacó los colores todas al reconocer que ella chateaba con un adonis cubano de nombe Donio que conoció a través de Facebook.

Internet ha calado en toda la sociedad. Hasta los grupos más insospechados la utilizan pese al miedo que presuntamente se le tiene. Lejos de ser un nicho de juventud, frikis de los juegos o adictos al porno, Internet llega a toda la sociedad que ya no tiene sentido sin ella.